miércoles, 10 de diciembre de 2008

10/12/08-Valle Fértil

14:23OE
Seguramente el lector medianamente atento notará que estuve dos días sin escribir. Resulta que al rato de terminar lo último comencé a sentir mucho frío en todo el cuerpo. Mi error fue no avisar cuanto antes, por miedo a perderme de conocer Talampaya. Luego de una siesta de una hora como mucho, me di cuenta de que no podía seguir así y le dije a Ian que llamara a Elisabet. La novalgina que me dio no sirvió durante mucho tiempo, pero me permitió mantenerme en pie en la recepción del Parque Nacional y cargar agua. El recorrido por el cañón fue en principio tolerable, pero un dolor descomunal de cabeza, estómago y garganta me impidió levantarme en la última parada. Cuando mis compañeros volvieron me encontraron acostado en tres asientos de la combi rodeado de unas moscas insoportables, pronunciando letras erráticamente, e hirviendo de fiebre. Aí me llevaron de regreso, mientras Clara y Rocío me ponían paños empapados en agua fresca en la frente y trataban de que no se me moviera la cabeza. Cuando llegamos a la entrada del parque veía todo nublado alrededor. Entre tambaleos fui llevado a un sillón cercano e interrogado, pero mucho caso no hicieron a lo que respondí, de tan convencidos que estaban de mi supuesto delirio febril causado por mi supuesta insolación. Pero no deliraba, sé exactamente cómo me siento cuando deliro (aunque durante años traté de recrear en mi mente esa sensación, nunca lo logré, pero en el momento me doy cuenta apenas recobro un poco el conocimiento).* Un par de intentos de remedios caseros y más de dos horas de viaje después, estábamos en Valle Fértil y experimentaba una milagrosa mejoría. Mientras empezábamos a cocinar empezó a llover, así que cenamos unas galletitas con paté y fuimos a dormir a las carpas.
Al día siguiente estaba mejor, pero me cansaba y agitaba muy fácilmente. Suponía que para hoy iba a estar perfecto. Sin embargo, aunque me sentía más o menos bien, a las 18:45 Eli me tomó 38,8ºC y tuvimos que ir al hospital. Aprovechó de paso para atenderse ella, que también tenía fiebre. Como era de esperarse, encontrar el lugar fue un desafío. En Cuyo las personas saben llegar a cualquier lugar de donde viven pero no las direcciones, supongo que les daría igual si las calles no tuvieran nombres, o si todas se llamaran San Martín y Sarmiento.
Cuando increíblemente pudimos llegar, después de haber sido orientados hacia al menos tres direcciones distintas, un médico nos diagnosticó anginas, y recibí un largo pinchazo lleno de amoxicilina en la zona superior de mi nalga derecha que todavía me duele. El resto fue renguear hacia el campamento y ser forzado a pasar un mínimo de comida por una garganta que no daba más.
Hoy desperté como nuevo. Anoche vino Lalo 2 veces a la carpa a empastillarme más. Sólo me duele la garganta un poco, y vuelvo lentamente a comer con normalidad. Mi temperatura ahora es de 36,3ºC. Me hizo muy bien el trato que me dieron acá, estoy muy agradecido. La verdad, me mimaron mucho.
A pessar de esta fiebre pude disfrutar de la hermosura de Talampaya. Incluso pude sacar algunas fotos. El viaje sigue, y ansío continuar mañana hacia Ischigualasto.

*Y no importó, porque el termómetro habló en mi contra. Marcó 39,5ºC, y a nadie se lo dijeron, para no preocupar.
**(Esto lo escribo ahora, en casa):ahora que lo pienso, quizás resulta un tanto exagerado el relato. Pero escribí tal cual lo recordé.

Las fotos que sacaba.
A pesar de todo vi que era un lugar precioso.

Rojo, rojo por todas partes.

La última que saqué, ya me estaban por llevar.

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