lunes, 1 de diciembre de 2008

1 de diciembre de 2008. Víspera del viaje.

1:50 ES
Hoy me voy a Cuyo. Y ya que un viaje de este tipo implica romper con hábitos como el egocentrismo, hoy nos vamos a Cuyo. Es maravilloso cuando nos invade esa sensación de irrealidad luego de haber esperado tanto tiempo para poder decir eso. Y ni hablar del placer de romper las primeras hojas del cuaderno de comunicaciones para convertirlo en este diario de viaje, mientras escucho las primeras notas de una canción de Coltrane.

Cuando termine de escribir esta especie de preludio de lo que va a ser un viaje para recordar toda la vida, me voy a ir a pasar un rato con mi papá jugando al ping pong, mientras puedo. Estos últimos días fueron hacer cosas mientras puedo. Porque después se van a extrañar, todos sabemos que se van a extrañar, por más pequeñas que sean. Como tocar una tarde entera, salir a caminar por la ciudad, escuchar un buen disco, y las personas… ¡las personas!

El jueves, cuando volvíamos de la fiesta de egresados a las siete de la mañana, surgió el tema del viaje. Hablábamos, Soto, Macarena y yo, de que a pesar de pasar hambre y no contar con baño en algunos lugares, seguimos queriendo irnos. Como si fuera poco, para viajar tuvimos que rendir al comenzar las clases un devastador examen memorístico. Pero valió la pena. Y sabemos que todo lo demás también va a valer la pena. Nos espera uno de los mejores viajes de nuestras vidas, quizá el mejor, y estoy seguro de no ser el único que quiere subir a ese micro y despegar ya.

22:44 ES
Y salimos nomás, alrededor de las 5 de la tarde. Recién ahora, arriba del micro, encontré la oportunidad de continuar con esto. No pasó mucho, el día entero consistió en cargar el equipaje e irnos, para pasar el resto del tiempo tocando la guitarra. Despedir a los que se quedan fue lo peor. Sólo eso puedo decir hoy. Eso y que como un tonto no traje la quena. Me pasa por no preparar yo el bolso.

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