Cuando termine de escribir esta especie de preludio de lo que va a ser un viaje para recordar toda la vida, me voy a ir a pasar un rato con mi papá jugando al ping pong, mientras puedo. Estos últimos días fueron hacer cosas mientras puedo. Porque después se van a extrañar, todos sabemos que se van a extrañar, por más pequeñas que sean. Como tocar una tarde entera, salir a caminar por la ciudad, escuchar un buen disco, y las personas… ¡las personas!
El jueves, cuando volvíamos de la fiesta de egresados a las siete de la mañana, surgió el tema del viaje. Hablábamos, Soto, Macarena y yo, de que a pesar de pasar hambre y no contar con baño en algunos lugares, seguimos queriendo irnos. Como si fuera poco, para viajar tuvimos que rendir al comenzar las clases un devastador examen memorístico. Pero valió la pena. Y sabemos que todo lo demás también va a valer la pena. Nos espera uno de los mejores viajes de nuestras vidas, quizá el mejor, y estoy seguro de no ser el único que quiere subir a ese micro y despegar ya.
22:44 ESY salimos nomás, alrededor de las 5 de la tarde. Recién ahora, arriba del micro, encontré la oportunidad de continuar con esto. No pasó mucho, el día entero consistió en cargar el equipaje e irnos, para pasar el resto del tiempo tocando la guitarra. Despedir a los que se quedan fue lo peor. Sólo eso puedo decir hoy. Eso y que como un tonto no traje la quena. Me pasa por no preparar yo el bolso.
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